¿Qué límites de los que nos marcamos son reales y cuáles mentales?
Las creencias limitantes forman parte de nosotros desde pequeños, están tremendamente arraigadas, y resulta ciertamente difícil responder subjetivamente a esta pregunta (no así desde la observación externa).
Esas creencias, además, se han ido creando por fuentes difíciles de refutar: nuestra familia, nuestro círculo social, nuestros profesores, la religión, las normas comunitarias establecidas…
Debemos comenzar a cuestionarnos lo aprendido o, de otro modo, tendremos una vida reducida e insatisfactoria, unas veces “porque sí” (porque así ha sido toda la vida o es lo que debe ser) y otras por puro miedo (¿qué me espera si cruzo esa barrera?).
El miedo al error no es una característica habitual en la infancia. Va surgiendo poco a poco, según aprendemos de niños que el error es malo, que equivocarse es de fracasados, que las ejecuciones de cualquier índole han de tener resultados perfectos.
¿Y qué nos cuestionamos de aquel aprendizaje en la edad adulta? Lamentablemente poco o nada, y es necesario reaprender que el error proporciona experiencias y éxitos, quizás no en los primeros resultados, pero siempre en el proceso.
No existen objetivos felices si la marcha hacia su consecución es desdichada.
Aun afirmando lo anterior, es conveniente que detectemos y protejamos aquellos límites personales a partir de los cuales aparece el sufrimiento. ¿Podremos entonces superarlos? ¡Por supuesto! Pero jerarquizando y sin sobreesfuerzos, recordando que las prisas están reñidas con la rapidez.
Debemos cuestionarnos nuestras creencias y limitaciones sobre lo que imaginamos poder hacer y lo que percibimos imposible. Las consideramos verdades, no suposiciones, y resulta difícil cambiar este punto de vista. Pero os aseguro que es lo más motivador que existe.
Habrá límites, efectivamente, que no podremos superar. Pero habremos descubierto que podemos actuar en contra de lo que pensamos, asumir riesgos, pensar menos y actuar más.
También nos daremos cuenta, indirectamente, de que hemos respondido a mi pregunta inicial: esas últimas barreras ya son reales, consecuentes con nuestra naturaleza, no imaginadas o mentales, y posiblemente cumplen una función.
La hormiguita del vídeo que inserto, ¿por qué no sobrepasa el círculo dibujado? Sinceramente, no lo sé. Pero estoy seguro de que ese comportamiento ha ayudado a la supervivencia de su especie, por lo que filogenéticamente resulta, o ha resultado, un aprendizaje útil.
¿Te atreves a superarlos?
Muy interesante! En ocasiones nos limitamos a nosotros mismos a hacer lo que realmente queremos porque pensamos que no seremos capaces. Debemos ser valientes y actuar.
Muchas gracias por vuestro comentario.