Síndrome postvacacional

Vida igual vacaciones

Muchas personas acaban de finalizar unas pequeñas vacaciones. Seguro que han sido unos días estupendos, y más si se han seguido las indicaciones que damos los psicólogos:

  • romper con la rutina y cambiar el ritmo diario,
  • conversar y eliminar las prisas,
  • realizar actividades gratas,
  • olvidar el trabajo,
  • descansar y relajarse,
  • desconectar.

Parece que estamos de acuerdo en cuál es la clave: hay que desconectar de lo que teníamos antes y tendremos después para disfrutar y aprovechar los días festivos (el durante).

Pero todo se acaba y tenemos que adaptarnos de nuevo a nuestra vida activa, por lo que el síndrome postvacacional puede hacer su aparición: desagradable sensación de malestar general, desgana, ansiedad, rendimiento disminuido…

Es cierto que hay pautas útiles para reincorporarnos a nuestra cotidianeidad sin que suponga un problema, pero no dejan de ser el demonstrandum de que el tiempo no vacacional nos desagrada o, al menos, requiere de nosotros un gran esfuerzo.

¿Qué estamos haciendo mal?

Si somos de los afortunados que tienen empleo, disponemos de 14 festividades y 22 días laborables de vacaciones al año (o 30 días naturales). Del total de los 365 días que tiene el año, ¿vivimos el 90,14% con prisas, de modo rutinario, sin actividades gratas, sin descansar ni relajarnos?

No me sirve de consuelo que nos queden los fines de semana. Podemos exprimirlos al máximo haciendo pequeñas escapadas, quedando con amigos y familiares, realizando actividades lúdicas…, pero con ello seguimos buscando romper con lo ordinario, lo que llena la mayor parte de nuestras vidas. ¿Un síndrome «postfindesemana» nuevo? No, gracias.

Lo que hace falta es cambiar el núcleo de nuestra vida, ese que nos agota y estresa tanto.

Mi meta, como decía no hace mucho Cara Delevingne, es construirme una vida de la que no necesite vacaciones.

Aún no lo he conseguido, pero tengo claro que continuaré intentándolo.

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